La Musa Euterpe
Euterpe, inspiradora de los tañedores de flauta y de la poesía coral acompañada por este instrumento, fue restaurada por orden de Cristina de Suecia, tal como vemos en el dibujo del Cuaderno de Ajello, no 32 (D03861), con el aulos o flauta doble en las manos, con una cabeza alegre y muy elaborada, y con un pequeño Eros al lado, a su vez portador de dos flautas y con un arcos a los pies. La representación de la figura del Cuaderno de Ajello no difiere en nada, salvo por detalles de estilo en el trazo, de los grabados correspondientes ofrecidos por Maffei y Montfaucon, a principios del siglo XVIII, y queda perfectamente conservada en el vaciado de yeso que se conserva en el Palacio de La Granja.
A su llegada al Prado se le hicieron, como al resto del grupo, una serie de reformas radicales, sin duda por Valeriano Salvatierra, quien decidió quitarle la cabeza y colocarle otra nueva, de estilo neoclásico y de notable calidad. Esa cabeza se quitó en el año 1997, poniendo la cabeza actual con tirabuzones, tal como aparece en el Cuaderno de Ajello. Sea por motivos estéticos o por roturas ocurridas en el transporte desde La Granja, se le sustituyó también el brazo derecho (F00022) conservado aún en el Prado, y ambas manos. En cuanto al Eros, lo separó y convirtió en una escultura independiente. Muy pronto perdió sus alas, su arco y buena parte de sus brazos (Texto extractado de Elvira Barba, M.A.: El Cuaderno de Ajello y las esculturas del Museo del Prado, Museo del Prado, 1998, pp. 108-109).
El grupo de musas, instalado por Cristina de Suecia en una sala de su palacio, fue durante casi cien años, hasta 1774, el único grupo de este tipo que se conocía. Completadas por Ercole Ferrata, las ocho musas eran utilizadas por Cristina de Suecia para escenificar su propia presencia en la Roma de finales del siglo XVII. Cuando la reina se sentaba en el trono, situado frente a una estatua de Apolo instalada en la misma sala que las musas, asumía el puesto de la novena musa, representando así, en un lenguaje típicamente barroco, sus ambiciones científicas y artísticas.
Las primeras referencias sobre la procedencia de este grupo de musas se debe a Pirro Ligorio, estudioso romano de la Antigüedad. Relata que bajo el Papa Borgia Alejandro VI (1492-1503) se habían encontrado nueve musas sedentes en la Villa Adriana, en el teatro griego de la Academia, y que habían sido trasladadas a la viña del Papa Clemente VII en el Montemare (Monte Mario). Ahí, en la Villa Madama, Marten van Heemskerck dibujó entre 1530-1532 cuatro torsos de musas sedentes. Dado que Ligorio habla de nueve musas y Heemskerck reprodujo musas de ambas series, procedentes de los dos talleres antiguos que componen el conjunto del Prado, es muy probable que ocho de las nueve mencionadas por Ligorio llegaran en la segunda mitad del siglo XVII a la colección de Cristina de Suecia. Las nueve musas que Hesíodo presenta como hijas de Zeus y Mnemósine no fueron diferenciadas hasta la época tardohelenística como diosas individuales.
Los poetas las invocaban para que les trasmitiesen inspiración y noticias veraces. Las musas del Prado, representadas altas, esbeltas y sentadas en altos promotorios de roca están todas vestidas con mangas, es decir, una delgada prenda interior de la que se ven sólo las mangas abotonadas, que llegan hasta los codos. Sobre él visten otro chitón sin mangas, de una tela algo más gruesa; sobre ambos hombros esa prenda lleva broches parcialmente completados. Ambos vestidos están ceñidos bajo el pecho, bien con un delgado cordón, bien con una cinta plana. Sobre ambas prendas interiores visten un manto amplio que cubre el regazo y las piernas y arranca en el hombro izquierdo o en el asiento de roca. En sus pies se identifica un calzado cerrado con triple o doble suela. Sus atributos no fueron completados mayoritariamente hasta el siglo XVII.
Éstas miran frontalmente al espectador. Mientras que el manto amplio y rico en pliegues marca el asiento generalmente ancho de las musas y otorga volumen y peso a la mitad inferior del cuerpo, el busto, de aspecto sensual gracias a la vestimenta ceñida, se caracteriza por una constitución más bien delgada y un movimiento aún bien definido. En la vista posterior es evidente que casi todas levantan un poco el hombro y giran ligeramente el torso, saliendo del plano. Con ello se sitúan entre las representaciones de las musas con más movimiento del segundo cuarto del siglo II a. C.
Las musas del Museo fueron creadas en talleres distintos, la serie A (E00038, E00068, E00041 y E00040) en uno que trabaja siguiendo las últimas novedades mientras que la serie B (E00069, E00062, E00037 Y E00061) en uno más tradicional. Aunque el trabajo de ambas es diferente, la fecha de su creación no difiere mucho. La serie A es datada a finales de la época adrianea e inicios de la antoniniana, apuntando la B hacia tiempos adrianeos también. Las musas pasaron a través de la Col. Livio Odescalchi en Roma a la Col. Felipe V en San Ildefonso (Texto extractado de Schröder, S. F.: Catálogo de la escultura clásica, Museo Nacional del Prado, 2004, pp. 204-214).
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